IMAGÍNAME
Te reduzco
hasta que no queda más
que una gota de aceite que se hunde.
Golpeo con paciencia
tus pensamientos.
Me río de tus aspiraciones.
Devoro cada gramo de luz
y planeo la cuenta atrás,
pero yo
no soy
nada.
Te reduzco
hasta que no queda más
que una gota de aceite que se hunde.
Golpeo con paciencia
tus pensamientos.
Me río de tus aspiraciones.
Devoro cada gramo de luz
y planeo la cuenta atrás,
pero yo
no soy
nada.
He escrito cuatro poemas sin valor.
Quería reconciliarme.
Resolver algunas inquietudes.
Descansar.
He tenido que concentrarme demasiado.
Después de escribirlos,
me he encontrado sin nada más que hacer
y he llegado a la conclusión de que esos cuatro poemas
no son necesarios.
Unos minutos antes de morir dejé abandonados, dos calles más atrás, algunos efectos personales que sabía que necesitaría más adelante. Ahora ya importa poco, pero creo que he sido yo misma la que se ha lanzado a esta pérdida absoluta. No penséis que me arrepiento, la vida es largísima, me ha dado tiempo ha hacer casi de todo y, si no, da igual.Si tengo que ser sincera, he de decir que morirse no es desagradable,sino decepcionante. Esperaba que tú y yo pudiéramos bailar, como antes, por última vez, y no ha sido así; por lo demás, puedo asegurar que no he aprendido apenas nada.
Decía que cuando llegara la tranquilidad yo tendría buenas ideas, que estuviera atenta y que tuviera siempre al alcance un lápiz y un papel. Pero es una premisa demasiado complicada, la serenidad sólo se digna a enseñarnos sus manos blancas cuando está segura de que no hay nada a nuestro alcance con lo que la podamos herir; es muy inteligente, sabe guardar las distancias. Asi que, no creo que todo eso me suceda, porque esa predicción es una farsa a corto plazo y no tengo la paciencia suficiente para esperar.
Fantaseo con las cosas que están por sucederme, y es una pena, porque cada vez me lleva menos tiempo hacerlo. Por otro lado, también es posible que me haya vuelto más meticulosa con las elegidas, incorporo nuevos detalles y esperanzas. Creo que es mejor así.
Yo soy la lluvia
dentro de tu historia.
Vivo dentro de tu historia
y tú no me conoces.
Las hojas amarillas
bailan en el cielo
cuando yo se lo pido.
Tengo un poder ilimitado
sobre los transehuntes
y tú formas parte de ellos
aunque intentes esconderte
bajo un paraguas azul.
Mi corazón está seco
por eso no me importa
mojar vuestras avenidas;
mis pensamientos se hechan la siesta
bajo el diluvio universal.
Aunque aún no te hayas dado cuenta
yo soy la lluvia impredecible
y formo parte de tu historia;
por eso te veré correr
bajo mis nubes de plomo
en busca de un refugio,
pero por más que lo intentes
no podrás escapar de mi.
Me conformo con muy poco. Es viernes por la noche y solo me gustaría que alguien viniera a decirme que todo va a salir bien. El domingo por la mañana no necesitaría nada más que escuchar esas palabras. Supongo que el martes por la tarde también me sentiré igual; porque yo no puedo cambiar de sitio: seguiré en el mismo punto el domingo, el martes y supongo que también hoy me quedaré un rato en este lugar. Agradecería tanto que alguna persona me hiciera ese favor, que sería capaz conseguir que este rencor y este odio tan inoportunos, mañana por la mañana, me hicieran sonreir.
-¿Para qué quieres un ratón muerto, eh?
- Podría acariciarlo con el pulgar mientras
caminamos -explicó Lennie.
( "De ratones y hombres"
John Steinbeck )
Jamás encontraremos un lugar a dónde ir,
pero podemos traer hasta nosotros alguna idea, un tanto torpe,
que no cueste mucho imaginar.
El árbol que hay al otro lado del cristal ha crecido mucho. Cuando era pequeña, algunas ramas, las más crecidas, rozaban el vidrio con un chasquido insistente. Tuvo que venir alguien y doblarlas hacia atrás para que no atravesaran mi ventana. Ahora mi árbol está demasiado lejos, sigue su camino en otra dirección y no puedo solucionarlo. Continúo tragando saliva.
Aquí es donde vengo a mirarme la barriga
a suicidaros a todos
a deciros que no.
Aquí no hay azoteas ni balcones
ni primeros
ni segundos
ni marmol
ni parqué.
Aquí sólo hay dinosaurios
gallinas
lombrices y colibrís.
Aquí es donde me detesto.
Aquí es donde me contradigo.
Aquí es donde me escondo.
Me gusta este lugar.
que descubren sus piernas varicosas sentadas en los bancos de mi calle y sacan los abanicos, y se quitan las sandalias que aprietan los dedos desfallecidos; las que charlan y se ríen atragantadas con sus propias lenguas, te miran al pasar y comentan la jugada ( seguramente nada bueno) para después devolver sus ojos a la horma de sus gafas. Ellas, que se aprietan todas juntas sobre la madera ya sin barniz mientras se observan discretamente con la parte del ojo que no existe y hacen sus pensamientos maliciosos en voz alta por falta de práctica y de contención. Todas ellas, las que inundan mi barrio y las que inundan el tuyo se merecen poder colarse en el Dia, no tener por qué prestar atención, reírse a carcajadas en tu cara, volver loca a la peluquera, reclamar los céntimos de las vueltas, llevar camisolas con flores, pedirte que les digas la fecha de caducidad, no entender nada de internet, sacar al perro y no recoger sus mierdas, las mechas, las fundas de los dientes, la liposucción, insultar al "blasero" cuando se retrasa en la ruta, las peliculas románticas, los galanes de otros tiempos, criticarnos a todos con buenas y malas intenciones y decir lo que les salga de los santos ovarios porque todas y cada una de ellas han tenido que callar.
Los corderos con piel de lobo son el peor de todos los especímenes. Aunque les enseñes la patita por debajo de la puerta nunca te la abren. Pero no se han dado cuenta de una cosa, cuando se quedan dormidos en el autobús, sus cabezas de perro dejan la misma mancha de grasa en el cristal que las cabezas bovinas del resto de los mortales.
No tengas prisa.
Desconfía de la mano frágil.
Desnúdate despacio delante de las sanguijuelas.
Baila sobre la tumba de tu mejor amigo.
Dale una bofetada a tu santa madre.
Abandona en una gasolinera al amor de tu vida.
Búrlate del sufrimiento ajeno.
Pisotea las flores de todos los jardines.
Presentate voluntaria: arde en la hoguera.
Vete de copas con tu peor enemigo.
Sal de casa con un arma cargada.
Arroja por la ventana tus pertenencias.
Desafía al héroe;
encaja todos sus golpes,
gritale a la cara que es un gilipollas,
que vienes de follarte a su hermanita la pequeña.
Escupe a sus pies tus dientes de mantequilla,
ríete de sus ojos de tortuga
y no tengas ningún miedo.
Yo te cubro las espaldas.
Para Clara.
Yo te lo prometo.
Yo te lo aseguro,
seremos siempre los ilusionados,
seremos siempre los soñadores,
mentiremos siempre,
robaremos sus sonrisas,
saquearemos las ciudades,
venderemos el placebo,
buscaremos un refugio
y saldremos por la noche
a hacer nuestras fechorías;
clavaremos nuestra bandera
en el centro de su locura.
Cuando llegue la mañana
ante sus ojos sin gloria
ondeará bajo el sol
nuestro negro estandarte:
PRINCIPIANTES EN TODO.
Hay pensamientos, anhelos y reflexiones que no pueden expresarse con grandilocuencia. Se bastan por sí solos. A su lado, lo demás es insignificante. No sirven los artificios. Cuanto más exagerado, más insuficiente. La sencillez es la dificultad, la traba, porque no puede interpretarse; porque se acerca peligrosamente a lo "absoluto". Podríamos desgranar una idea hasta el infinito, como si fuera un átomo, o dar vueltas y más vueltas a su alrededor dejando satélites luminosos en los lugares que consideremos oportunos, incluso llenar páginas y páginas con abstracciones y metáforas, pero todo esto únicamente serviría para alejarnos del planteamiento principal, de la premisa útil, del yunque que cae del cielo en busca de nuestras cabezas; de lo innombrable.
< No lo sé >
Respondo
< No lo sé >
Te digo
< No lo sé >
... lo pienso
< No lo sé >
Me esperas
< No lo sé >
Dos horas
< No lo sé >
Tres días
< No lo sé >
Me enfado
< ¡No lo sé! >
Te grito
< No lo sé >
No miento.
-¿Qué hago Cris?,
-preguntas-.
Sencillo. La energía quiere deshacerse de nosotros. Deseable. La llamada telefónica. Es grotesco. Piensas que la felicidad está ahí afuera. Continuamente. Ganamos. Es tan difícil. Tan cansados como los astronautas, tan inútiles como sus banderas. Es tan tarde. Regresan los muertos dejando rastros de tinta tras de sí. Imposible. Mis puños. Insufrible. Tus gritos. Imparable. El veneno que nos ensucia la boca. Son tan lógicos. Nuestros sexos hambrientos. Es tan triste. Tu feliz, feliz no cumpleaños. Estamos tan vivos. Somos tan dóciles, somos tan duros, tan discutibles, tan miserables, tan resumidos, tan cotidianos y necesarios, que es imposible que sea todo más trágico, más obvio y más fácil.
Tú pareces mentira.
Haré todo lo posible por serlo yo también.
Se agrupan en el centro de la habitación y se abrazan como si tuvieran frío. El humo denso se filtra bajo la puerta y la ventana. Algunos canturrean las canciones que sus madres les silbaron al oído cuando el miedo parecía un elefante. Es cuestión de tiempo. Una sirena gastada se abre paso entre los transeúntes rezagados. En la calle, los niños lloran subidos en los hombros de sus padres. La tragedia abomba los cristales haciéndolos latir tan despacio como una autopsia. Las mujeres levantan las manos sobre sus cabezas, con los dedos índices señalan el edificio y sus faldas plisadas sobrevuelan el aire caliente. Dentro, una música compulsiva de dientes aún vivos rechina sin descanso. La piel crepita, enferma. Las llamas menos perezosas tocan tímidamente los tejidos. La ropa cae al suelo en montoncitos azules. Unos pasos lentos se aproximan con seguridad a la puerta y el más valiente de todos los mártires grita por encima del fuego:
- ¡Ábrala de una vez, y que el mar de espuma nos arranque la piel a tiras!
Ojala fuera hoy el día
en el que decidieras desempolvar
tu vieja capa de superhéroe resignado
y sacarme de aquí.
Rescatarme de mí.
Ojala fuera hoy el día en el que pudiera verme
esperando
con el pelo prendido de mariposas
y el hombro derecho
en el quicio de la puerta.
Debería ser este lunes desbaratado y único
el que ofreciera un espacio abierto para
treparte sin demora,
descalzar al tiempo de su angosta armadura,
abandonarme a mis pesadillas
y dormir.
Si volviera a ocurrir,
te respiraría de nuevo
desde la distancia intermedia que este cuerpo
insuficiente
es capaz de ofrecer.
Podríamos resignar ésta causa perdida.
Podríamos, sí,
no hacer nada hoy;
arrastraremos nuestros cuerpos
derrotados
hasta cualquier estación:
sacaremos un billete
y saldremos de aquí;
pídeme a mí otra cerveza,
voy a por unos cigarrillos,
te prometo que no tardo demasiado.
Espérame.